Bien. No hemos ganado dinero en la pasada campaña, pero ya se puede apostar de nuevo; el que no arriesga no gana. Teóricamente, a mayor riesgo mayor beneficio. ¿Habrá proporcionalidad en esta agricultura de secano?
De nuevo me planto en la parcela. No sé por que lo hago si desde hace semanas sigue todo igual. No ha caído ni una gota; no hay una mala, ni buena hierba y tampoco se ve rastro de una mínima y elemental humedad que permita hacer planes a corto plazo.
Semillas de trigo, y algunas de cebada yacen, secuzas en el suelo, sembradas en directa esperando una bendición, agua o nieve, que nunca llega. “El trigo en polvo y la cebada en ….. ¡mejor no pensarlo!; ¡lo haré, mejor mañana!; “para los Santos, la cebada, ni sembrada no por sembrar”.
En el campo hay días buenos y malos, y lo que muestra mi campo a día de hoy es más la primera opción en cuanto a plagas se refiere; los topillos, sean la especie que sean esta vez, han remitido y mucho, su actividad. Y han dejado de ser una amenaza en este momento. Hay menos huras frecuentadas. La aridez del campo es tal, que las madres no paren, desesperanzadas por sacar adelante una prole grande y numerosa; no hay hierba que pastar y la bebida solo es el rocío matinal. Restos de granos yacen sobre el suelo y nada mas. No hay arroyos.
Yo sabía que una ¨manta” de topillos vivía de, y sobre mis cultivos. Los vi salir disparados hacia su guarida, mientras el peine de la cosechadora se llevaba las pocas espigas que el suelo ha dado en el verano pasado, delgadas y mochas en su mitad, por la sed que pasaron, mas el frio inesperado de mayo.
También he visto cigüeñas detectarlos, meter su pico en el agujero y sacarlos, por un pie, para consumirlos sin pasión, con autentica gula. Pero a día de hoy la cosa ha cambiado.
Me paro en una bocacha aparentemente activa y cojo parte del contenido a su alrededor; tierra hecha pedazos, muchas heces y deyecciones, granos de veza y ¿Avena loca?. ¡Cáscaras vacías de esta mala hierba se encuentran allí, vacías de contenido¡
No muy lejos hay una egagrópila dejada por una ave nocturna cuyo contenido no intento indagar por que ya lo conozco; huesos y pelo de esos topillos .
Doy la vuelta a casa y, un milano me mira desde el suelo, a unos metros del coche, pidiéndome un pedestal para poder divisar mejor a sus víctimas, y yo, desagradecido, me hago el loco; reduzco la velocidad porque no quiero que se vaya; lo quiero y lo quiero allí donde está. El campo está inmóvil.
Es hora de descartar la Colza en secano; ese gran cultivo con un buen precio en producto y ciclo para recoger aguas tempranas; cuyas raíces discurren bien en siembra directa y dejan un magnífico rastrojo para la siguiente rotación. Pero no es el caso.
Las lluvias vendrán. Espero que, cuando lean esto, lo hagan porque el tiempo no les deja salir. Con la humedad dentro de los huesos. Porque llevan ya una semana en el taller haciendo tareas. ¡Qué otra cosa si no para de jarrear!
Ha de ser así, porque menos no interesa. Y sería una lástima tener que recurrir al seguro. Dejar en evidencia un negocio que debería valerse por si mismo.
¡NO VA MÁS!!!
Autor: Carlos Garrachón Arias (AVAC). Fuente artículo: Empresa Agraria.